Mecanismos de hambre y saciedad y su posible explotación en la regulación de la ingesta de alimentos
ResumenDesde una perspectiva científica, el hambre puede considerarse una sensación consciente identificable que puede distinguirse de otros estados conscientes (por ejemplo, el dolor o el miedo). El estado de hambre puede medirse y es un marcador de la existencia de procesos biológicos subyacentes. El hambre medida es funcional y normalmente se asocia al acto de comer. Sin embargo, el estado consciente de hambre, aunque impulsado fisiológicamente, no está determinado exclusivamente por la biología; existe una influencia ambiental que puede modular su intensidad y periodicidad, y factores culturales que configuran la idoneidad de la expresión del hambre. Dentro de un marco psicobiológico, el hambre puede considerarse la expresión de un “estado de necesidad” que media entre las necesidades biológicas y la satisfacción ambiental (nutricional). Nuestros estudios empíricos demuestran que el hambre está claramente asociada a señales biológicas (por ejemplo, la tasa metabólica en reposo y algunos péptidos gastrointestinales) y es fundamental en la relación entre el gasto energético y la ingesta de energía.
¿Cuál es la relación entre hambre y saciedad?
Se denomina saciedad al estado fisiológico que se produce al final de una comida, cuando la “plenitud” impide seguir comiendo [12]. La saciedad, o saciedad entre comidas, termina cuando el procesamiento de la comida y las señales de absorción disminuyen y el hambre inicia el siguiente periodo de ingesta.
¿Cuál es la perspectiva biológica del hambre?
El hambre es, en primer lugar, un impulso biológico para obtener alimentos esenciales para la vida. Por lo tanto, el hambre puede considerarse un rasgo biológico cuantificable de los seres humanos que predice la disposición a comer y la cantidad de comida que se va a ingerir (Stubbs et al.
¿Qué factores influyen en el hambre y la saciedad?
El ciclo hambre-saciedad implica mecanismos humorales y neuronales preabsortivos y postabsortivos. Los factores psicológicos, sociales y ambientales, los nutrientes y los procesos metabólicos y las contracciones gástricas originan las señales de hambre. Comer, a su vez, activa las señales inhibitorias para producir saciedad.
Hambre sistema nervioso
Comer por placer, más que por supervivencia, no es nada nuevo. Pero sólo en los últimos años los investigadores han llegado a comprender en profundidad cómo determinados alimentos -en particular las grasas y los dulces- modifican realmente la química cerebral de un modo que impulsa a algunas personas a consumir en exceso.
Los científicos han dado un nombre relativamente nuevo a estos antojos: hambre hedónica, un poderoso deseo de comer cuando no se necesita; el anhelo que experimentamos cuando tenemos el estómago lleno pero el cerebro sigue hambriento. Cada vez son más los expertos que afirman que el hambre hedónica es una de las principales causas del aumento de las tasas de obesidad en los países desarrollados, sobre todo en Estados Unidos, donde los postres exquisitos y la comida basura son baratos y abundantes.
“Desplazar la atención hacia el placer” es un nuevo enfoque para entender el hambre y el aumento de peso, afirma Michael Lowe, psicólogo clínico de la Universidad de Drexel que acuñó el término “hambre hedónica” en 2007. “Gran parte de lo que se come en exceso, quizá todo lo que la gente come más allá de sus necesidades energéticas, se basa en consumir algunos de nuestros alimentos más apetecibles. Y creo que este enfoque ya ha influido en el tratamiento de la obesidad”. Según Lowe, determinar si la obesidad de un individuo se debe principalmente a antojos emocionales y no a un defecto innato en la capacidad del organismo para quemar calorías ayuda a los médicos a elegir los medicamentos y las intervenciones conductuales más adecuados para el tratamiento.
Cambios drásticos de humor cuando se tiene hambre
ResumenDesde una perspectiva científica, el hambre puede considerarse una sensación consciente identificable que puede distinguirse de otros estados conscientes (por ejemplo, el dolor o el miedo). El estado de hambre puede medirse y es un marcador de la existencia de procesos biológicos subyacentes. El hambre medida es funcional y normalmente se asocia al acto de comer. Sin embargo, el estado consciente de hambre, aunque impulsado fisiológicamente, no está determinado exclusivamente por la biología; existe una influencia ambiental que puede modular su intensidad y periodicidad, y factores culturales que configuran la idoneidad de la expresión del hambre. Dentro de un marco psicobiológico, el hambre puede considerarse la expresión de un “estado de necesidad” que media entre las necesidades biológicas y la satisfacción ambiental (nutricional). Nuestros estudios empíricos demuestran que el hambre está claramente asociada a señales biológicas (por ejemplo, la tasa metabólica en reposo y algunos péptidos gastrointestinales) y es fundamental en la relación entre el gasto energético y la ingesta de energía.
Hambre y emociones
El estado biológico de hambre es, obviamente, uno de los factores más destacados que influyen en la conducta alimentaria (Finlayson et al., 2007; Dalton y Finlayson, 2014; Andermann y Lowell, 2017). Por ejemplo, tanto en sujetos con peso normal como en individuos con obesidad, el hambre genera un sesgo atencional hacia las señales de comida (Loeber et al., 2012, 2013). Este sesgo atencional consiste en una menor inhibición de la respuesta hacia los estímulos asociados a la comida cuando los sujetos tienen hambre. Sin embargo, sigue sin estar claro cómo influye el hambre autopercibida en el procesamiento de los estímulos alimentarios, cuando se centra la atención. Además, se desconoce cómo influye el hambre en el deseo explícito de comer cuando se ven alimentos muy apetitosos. Aunque se ha observado que el estado de ansiedad por la comida evaluado mediante un cuestionario está positivamente correlacionado con las horas transcurridas desde la última comida (Meule et al., 2012), sigue sin estar claro cómo esto explica la reactividad explícita a la vista de la comida.
Los estudios sistemáticos sobre la influencia del hambre en las señales de comida son escasos. La mayoría se centran en los efectos implícitos del hambre sobre la atención a las señales de comida y los resultados son inconsistentes. Por ejemplo, Castellanos et al. (2009) manipularon el hambre en un paradigma de seguimiento ocular y revelaron un sesgo atencional a las señales de comida en estado de ayuno en individuos delgados y en participantes con obesidad. Sin embargo, este sesgo atencional desapareció tras la ingesta de alimentos en los controles de peso normal, mientras que los participantes con obesidad mantuvieron un sesgo de dirección de la mirada hacia los estímulos alimentarios frente a los no alimentarios incluso en estado de saciedad. Sin embargo, en el mismo estudio, no se observó un efecto significativo del hambre en los tiempos de reacción hacia los estímulos alimentarios ni un sesgo del tiempo de reacción asociado a la comida. Loeber et al. (2013) revelaron que el hambre afecta a la inhibición de la respuesta conductual en una tarea de sondeo visual, indicada por una mayor asignación de la atención en respuesta a señales asociadas a la comida en controles de peso normal, así como en participantes con obesidad. Además, se observó una disminución del control inhibitorio en una tarea Go/No-Go cuando los sujetos actuaban en estado de hambre (Loeber et al., 2013).
















