Trastorno de conversión
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Un trastorno de síntomas somáticos, anteriormente conocido como trastorno somatomorfo,[1][2][3] es cualquier trastorno mental que se manifiesta como síntomas físicos que sugieren enfermedad o lesión, pero que no pueden explicarse completamente por una afección médica general o por el efecto directo de una sustancia, y no son atribuibles a otro trastorno mental (p. ej., trastorno de pánico).[4] Los trastornos de síntomas somáticos, como grupo, están incluidos en varios esquemas diagnósticos de enfermedad mental, incluido el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. (Antes del DSM-5[aclaración necesaria] este trastorno se dividía en trastorno de somatización y trastorno somatomorfo indiferenciado).
¿Cómo sé si mis síntomas son somáticos?
El trastorno por síntomas somáticos se diagnostica cuando una persona se centra de forma significativa en síntomas físicos, como el dolor, la debilidad o la dificultad para respirar, hasta un nivel que le provoca un malestar importante y/o problemas de funcionamiento. La persona tiene pensamientos, sentimientos y comportamientos excesivos relacionados con los síntomas físicos.
¿Cuál es la diferencia entre una enfermedad psicosomática y un trastorno de somatización?
Los trastornos somatomorfos son las principales formas de enfermedad psicosomática. Los síntomas físicos de los trastornos somatomorfos son muy reales, tienen raíces psicológicas en lugar de causas físicas. Los síntomas a menudo se parecen a los de una enfermedad médica.
¿El trastorno por síntomas somáticos es psicosomático?
El trastorno de síntomas somáticos (TSS) es un trastorno mental caracterizado por quejas recurrentes, múltiples y clínicamente significativas sobre síntomas físicos. Anteriormente conocido como trastorno de somatización o enfermedad psicosomática, el TSS provoca tal preocupación e inquietud que interfiere en la vida diaria.
Trastorno facticio
Todo el mundo experimenta constantemente la conexión mente-cuerpo. La conexión mente-cuerpo es la comunicación de ida y vuelta entre nuestro cerebro y nuestro cuerpo, en la que intervienen la médula espinal y mensajeros eléctricos y químicos (como neurotransmisores y hormonas). Este sistema de comunicación se encarga de recibir información a través de nuestro cuerpo (ojos, oídos, nariz y piel), hacerla llegar al cerebro y enviar mensajes importantes a todas las partes del cuerpo para que actúen. Este sistema es el que hace posible que nuestro cerebro envíe señales a nuestro cuerpo, como mover los dedos, darnos cuenta de que tenemos hambre o saltar para huir de un peligro. La conexión mente-cuerpo es automática e involuntaria.
La respuesta de lucha, huida o congelación es un gran ejemplo de la conexión mente-cuerpo. Cuando sentimos que estamos en peligro, se desencadena una respuesta física muy potente. Esto puede ocurrir cuando nos sentimos asustados y hay un gran peligro presente. También puede ocurrir cuando nos sentimos asustados o estresados y el “peligro” no es mortal.
Síntomas psicosomáticos
Los trastornos somatomorfos son un grupo de trastornos psiquiátricos en los que los pacientes presentan una miríada de síntomas físicos clínicamente significativos pero inexplicables. Incluyen el trastorno de somatización, el trastorno somatomorfo indiferenciado, la hipocondriasis, el trastorno por conversión, el trastorno por dolor, el trastorno dismórfico corporal y el trastorno somatomorfo no especificado.1 Estos trastornos suelen causar un malestar emocional significativo a los pacientes y suponen un reto para los médicos de familia.
Hasta el 50% de los pacientes de atención primaria presentan síntomas físicos que no pueden explicarse por una afección médica general. Algunos de estos pacientes cumplen los criterios de los trastornos somatomorfos.2,3 Aunque la mayoría no cumple los criterios diagnósticos psiquiátricos estrictos de uno de los trastornos somatomorfos, se puede decir que tienen “preocupación somática”,4 una presentación subumbral de los trastornos somatomorfos que también puede causar angustia a los pacientes y requerir intervención.
Los síntomas inexplicables de los trastornos somatomorfos suelen provocar ansiedad general por la salud; preocupación frecuente o recurrente y excesiva por síntomas físicos inexplicables; creencias inexactas o exageradas sobre los síntomas somáticos; encuentros difíciles con el sistema sanitario; discapacidad desproporcionada; manifestaciones de emociones fuertes, a menudo negativas, hacia el médico o el personal de la consulta; expectativas poco realistas; y, en ocasiones, resistencia o incumplimiento de los esfuerzos de diagnóstico o tratamiento. Estos comportamientos pueden dar lugar a visitas más frecuentes a la consulta, pruebas de laboratorio o de imagen innecesarias o procedimientos invasivos costosos y potencialmente peligrosos.5-7
Trastorno de somatización
Los trastornos somatomorfos son un grupo de trastornos psiquiátricos en los que los pacientes presentan una miríada de síntomas físicos clínicamente significativos pero inexplicables. Incluyen el trastorno de somatización, el trastorno somatomorfo indiferenciado, la hipocondriasis, el trastorno por conversión, el trastorno por dolor, el trastorno dismórfico corporal y el trastorno somatomorfo no especificado.1 Estos trastornos suelen causar un malestar emocional significativo a los pacientes y suponen un reto para los médicos de familia.
Hasta el 50% de los pacientes de atención primaria presentan síntomas físicos que no pueden explicarse por una afección médica general. Algunos de estos pacientes cumplen los criterios de los trastornos somatomorfos.2,3 Aunque la mayoría no cumplen los criterios diagnósticos psiquiátricos estrictos de uno de los trastornos somatomorfos, se puede decir que tienen “preocupación somática”,4 una presentación subumbral de los trastornos somatomorfos que también puede causar angustia a los pacientes y requerir intervención.
Los síntomas inexplicables de los trastornos somatomorfos suelen provocar ansiedad general por la salud; preocupación frecuente o recurrente y excesiva por síntomas físicos inexplicables; creencias inexactas o exageradas sobre los síntomas somáticos; encuentros difíciles con el sistema sanitario; discapacidad desproporcionada; manifestaciones de emociones fuertes, a menudo negativas, hacia el médico o el personal de la consulta; expectativas poco realistas; y, en ocasiones, resistencia o incumplimiento de los esfuerzos de diagnóstico o tratamiento. Estos comportamientos pueden dar lugar a visitas más frecuentes a la consulta, pruebas de laboratorio o de imagen innecesarias o procedimientos invasivos costosos y potencialmente peligrosos.5-7