Abordaje posteromedial meseta tibial

Una fractura de la meseta tibial es una rotura del hueso más grande de la parte inferior de la pierna, por debajo de la rodilla, que se rompe en la propia articulación de la rodilla. Es raro que sólo se rompa el hueso. Se trata de una lesión que puede afectar al hueso, el menisco, los ligamentos, los músculos, los tendones y la piel que rodea la rodilla. Todas estas estructuras deben tenerse en cuenta a la hora de diagnosticar y tratar estas lesiones. Estas fracturas suelen ser el resultado de lesiones de alta energía, como accidentes de tráfico en pacientes jóvenes y, con mayor frecuencia, de caídas en el paciente anciano. La tibia puede romperse en muchos trozos o sólo agrietarse ligeramente dependiendo de la calidad del hueso y del tipo de lesión.

La meseta tibial es una parte importante de la articulación de la rodilla porque soporta el peso del cuerpo al caminar, correr y saltar. Los ligamentos y tendones que rodean la rodilla están conectados a la meseta. Necesitan que este hueso sea fuerte y recto para funcionar bien. También está cubierta por una capa de cartílago que permite que la rodilla se deslice suavemente. Si esto se altera, puede producirse artritis.

Fractura de la meseta tibial deutsch

Una mujer de 71 años acude al servicio de urgencias con la lesión representada en la figura A tras una caída a ras de suelo. 5 días más tarde la paciente es operada de esta lesión. Las radiografías postoperatorias se muestran en la figura B. ¿Cuál de las siguientes afirmaciones es cierta respecto a esta modalidad de tratamiento en esta paciente?

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Procedimiento rizolisis

Un trabajador de la construcción de 34 años se cayó desde una escalera de 3 metros y aterrizó con la rodilla flexionada. Ahora se queja de dolor intenso en la rodilla derecha e incapacidad para soportar peso. En la exploración física, no hay lesiones cutáneas abiertas y sus pulsos DP y PT son 2+ y simétricos al lado contralateral. Las imágenes actuales se muestran en las figuras A-D. ¿Cuál sería la opción de tratamiento definitivo más adecuada?

Un paciente de 27 años de edad sufre una lesión en un ciclomotor a alta velocidad y presenta la lesión que se muestra en las figuras A a E. ¿Cuál de las siguientes opciones describe correctamente el intervalo utilizado clásicamente para la reducción y fijación definitivas en el abordaje quirúrgico de la lesión del lado medial?

Fractura de la meseta tibial

La meseta tibial es la superficie superior de la tibia, o espinilla, formada por hueso esponjoso o cartilaginoso. La fractura de la meseta tibial suele ser el resultado de una caída o de una lesión deportiva o traumática. Las fracturas que afectan a la meseta tibial suelen producirse cuando una lesión empuja el extremo inferior del hueso del muslo (fémur) hacia el hueso blando de la meseta tibial, haciendo que el hueso blando esponjoso se comprima y quede hundido. Una fractura también puede hacer que el hueso se rompa en dos o varios trozos. Una lesión de la meseta tibial es especialmente angustiosa para el cuerpo, ya que sobre este hueso descansa la mayor parte del peso corporal en bipedestación. Las fracturas de la meseta tibial afectan a la alineación, la estabilidad y el movimiento de la rodilla.

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Husos neuromusculares

Una fractura de la meseta tibial se diagnostica tras una exploración física de la rodilla y la pierna, así como pruebas de imagen que pueden incluir radiografías, tomografías computarizadas o resonancias magnéticas. Las pruebas de imagen permiten al médico identificar la localización exacta de la fractura y determinar si la fractura se considera desplazada.

Radiopedia de la fractura de la meseta tibial

Una fractura de la meseta tibial es una rotura de la parte superior de la tibia (espinilla) que afecta a la articulación de la rodilla.[1] Los síntomas incluyen dolor, hinchazón y disminución de la capacidad para mover la rodilla.[1] Por lo general, las personas no pueden caminar.[2] Las complicaciones pueden incluir lesión de la arteria o el nervio, artritis y síndrome compartimental.[1]

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Sexualidad

La causa suele ser un traumatismo, como una caída o una colisión automovilística[1]. Entre los factores de riesgo se incluyen la osteoporosis y determinados deportes, como el esquí[2]. El diagnóstico suele sospecharse a partir de los síntomas y se confirma con radiografías y una tomografía computarizada[1]. Algunas fracturas pueden no verse en radiografías simples[2].

El dolor puede tratarse con AINE, opiáceos y férulas[1][2]. En las personas sanas, el tratamiento suele ser quirúrgico[1]. En ocasiones, si los huesos están bien alineados y los ligamentos de la rodilla están intactos, las personas pueden tratarse sin cirugía[2].

Representan alrededor del 1% de las fracturas óseas.[2] Se producen con mayor frecuencia en varones de mediana edad y mujeres mayores.[3] En la década de 1920 se las denominaba “fractura de guardabarros” debido a su asociación con personas atropelladas por un vehículo de motor mientras caminaban.[2]